Está bien dudar. Creer que uno lo sabe todo puede ser incluso un riesgo en esta profesión. Lo importante es qué hacemos con esas dudas, inseguridades, lagunas de conocimiento.

Aceptar tus limitaciones te permitirá buscar los recursos y apoyos necesarios (consulta entre compañeros, supervisión, formación,… o simplemente darse un tiempo para pensar con calma). Esto te seguirá haciendo evolucionar como profesional.

Usa los diagnósticos y las técnicas sólo como herramientas al servicio del proceso terapéutico, no como una barrera detrás de la que esconderte y sentirte más seguro. Sea cual sea tu enfoque teórico, la construcción de la alianza terapéutica, de una relación segura, de soporte y libre de juicios es el vehículo fundamental de la terapia.

Nuestros conocimientos nos permiten hacernos “mapas” con los que explorar y tratar de entender las situaciones que nos traen las personas a terapia. Pero cuidado, no dejes que tus mapas te impidan ver a la/s persona/s que tienes delante.

Sí, esta manera de entender las cosas hace nuestra labor más compleja, requiere que estemos abiertos a la incertidumbre, que seamos flexibles y abandonemos la postura de profesional infalible de bata blanca que todo lo sabe o, al menos, eso trata de aparentar. También requiere que aprendamos a ser benévolos con nosotros mismos para no llamar “fracaso” o “desastre” a cada situación en la que no nos desenvolvemos con la soltura que nos gustaría. Todo es información. Podemos aprender a utilizar esa sensación de “metedura de pata” en beneficio de la terapia.

Ánimo, no dudes nunca en buscar espacios de apoyo-reflexión-supervisión que nos hacen a todos mejores profesionales y personas más saludables! Nos vemos en el camino.

Si te apetece leer a terapeutas expertos hablando con humildad y ofreciendo pistas clave puedes echar un vistazo a «Las capacidades de la familia: tiempo, caos y proceso» de Guy Ausloos y a «El don de la terapia. Carta abierta a una nueva generación de terapeutas y a sus pacientes» de Irvin D. Yalom